
¿El agotamiento de la menopausia te supera?
Si sientes que estás al límite, el estrés crónico —ese socio silencioso de la menopausia— podría ser el verdadero culpable.
Entender cómo este dúo dinámico afecta a tus hormonas es el primer paso para recuperar el control. ¡No eres la única que sufre este combo, pero sí puedes ser la primera en saber cómo combatirlo!
Cuando las mujeres nos reunimos a charlar sobre esta nueva etapa, el guion es casi siempre el mismo: “No aguanto los sofocos”, “No pego un ojo en toda la noche”, “Estoy de un humor que ni yo me aguanto”.
Y sí, todo esto forma parte del temido “paquete de la transición”. A veces parece la versión femenina de la película Atrapado en el tiempo, ¡pero con más sudor!
Sin embargo, ¿qué pasaría si te dijera que muchos de esos síntomas no se deben solo al desgaste hormonal, sino a años de estrés acumulado que amplifican el problema? La clave está en un sistema que hace horas extra en tu cuerpo y del que casi nadie habla: las glándulas suprarrenales.
¿Las suprarrenales? ¿Y qué papel cumplen en todo esto?
Yo también me hice la misma pregunta la primera vez que escuché hablar de ellas.
Pero después de revisar artículos, escuchar a profesionales y ver cómo todo encajaba, finalmente cobró sentido.
Piensa en ellas como tu backup de energía y ánimo. Si se desordenan… el caos es total.
Y justo cuando crees que ya hacen suficiente, llega la menopausia y les toca doblar turno. Además de apagar incendios cuando el estrés aprieta, también entran en acción cuando las hormonas deciden tomarse un descanso.
El dato clave (y sin ponernos demasiado serias)
En esta etapa de reajuste hormonal, los ovarios se van retirando poco a poco de su papel principal, y las suprarrenales entran en escena para compensar.
Estas pequeñas jefas producen cantidades modestas de DHEA y estrógenos, lo justo para mantener el equilibrio mientras pueden.
No reemplazan del todo a los ovarios, pero sostienen el sistema con lo que tienen.
¿qué pasa cuando también ellas se cansan de tanto estrés?
Porque no hablamos solo de agotamiento mental, sino de un verdadero colapso energético interno.
La venganza de las glándulas: cuando el estrés pasa factura
Si esas gerentes del equilibrio llevan años sin vacaciones, no es de extrañar que estén un poco saturadas.
Es como pedirle a tu becario que asuma el puesto de CEO después de una semana de trabajo.
Muchas llegamos a esta etapa con nuestras glándulas suprarrenales más cansadas que la bombilla de un faro. Años en modo acelerado, sin tregua, durmiendo poco y viviendo a toda prisa terminan por agotar cualquier sistema.
Piensa en las tres hormonas clave que estas glándulas gestionan y cómo se ven afectadas por el exceso de estrés:
- La hormona del pánico (adrenalina): te pone a correr cuando hay peligro. Pero si vives siempre corriendo (metafóricamente), este sistema se agota. El cuerpo no distingue entre un tigre persiguiéndote y la lista de correos sin responder.
- La hormona de la energía constante (cortisol): te mantiene estable. Si está encendida todo el tiempo por el estrés crónico, termina afectando desde el ánimo hasta la salud de tus huesos.
- La hormona de la calma (DHEA): da claridad mental, vitalidad y buen descanso. También actúa como precursora de estrógenos y testosterona. Si las otras están desbordadas, esta no puede hacer bien su trabajo.
Conclusión: lo que nos pasa no es solo culpa de los estrógenos. Es la dulce revancha del sistema por todas esas siestas que nunca nos echamos.
Ahora que sabes quién lleva los mandos hormonales en la sombra, veamos cómo puedes darles un respiro.
Ideas para darles un “masaje” a tus suprarrenales
Si al leer esto sientes que has encontrado el culpable de tu agotamiento, puede que tus glándulas estén pidiendo un descanso a gritos.
Recuerda siempre: consulta a tu médico. El apoyo profesional es el primer paso; no te automediques por un artículo divertido en internet.
Aquí tienes ideas que pueden ayudar a que tus glándulas respiren y a que vuelvas a sentir ese punch de energía (no son recetas médicas, ¡pero casi!):
- La recarga lenta (nutrición)
- El café (con medida)
- Suplementos (con cabeza)
- Dormir de verdad (el mejor tratamiento)
- Mover el cuerpo (el desestresante físico)
- Plantas que ayudan (con asesoría)
Y aunque estos apoyos pueden marcar la diferencia, nada reemplaza lo básico: dormir bien, alimentarte mejor y darte permiso para bajar revoluciones.
Aprender a hacer pausas fue, para mí, un punto de inflexión. Mi vuelta al ruedo, pero con pilas nuevas.
Al final, no podemos culpar solo a las hormonas. Hemos sido tan exigentes que pretender un milagro es demasiado pedir.
Después de años en que el cuerpo nos sostuvo como un titán, nos toca devolverle el favor: con calma, buena comida y respeto por sus límites. Esa reciprocidad —la de cuidarlo como él nos cuidó— es la que realmente importa.
Y quizás por eso me impulsa a compartir todo este rollo: para que más mujeres sepan que no están solas en este proceso.
Y con estas ideas, mis amazonas del pH, hemos llegado al final.
Si este artículo te ayudó a dejar de culpar solo a tus hormonas y a entender la profunda conexión entre el estrés y esta etapa, compártelo con esa amiga que necesita validar su agotamiento.
Ayúdala a ver que lo que siente no es imaginación, sino una señal de que necesita una tregua y cuidados reales.
Recuerda: una reina siempre merece una pausa de lujo.
Tu experiencia —y tus anécdotas— son oro puro.
Te leo en los comentarios con mi taza de infusión.




